Amor a primera vista

Se me agolpan las palabras que quiero dedicarte y me atropello escribiendo porque no sé por dónde empezar. Es tan grande lo que siento por tí que las palabras se quedan cortas.

Durante las 39 semanas y 4 días me imaginaba muchas veces cómo te conocería. Pensaba en cuál sería mi reacción y qué haría al verte por primera vez. El día en el que decidiste salir no eras esperada. Nos cogiste por sorpresa tanto a nosotros como a tu doctor pero fue el mejor suceso no esperado de mi vida. Bueno, eso y sacar una matrícula de honor en "Filosofía de la ciencia" (lo dejo para otro post).

Hace ya tres años de mi imprimación por ti pero hay cosas que recuerdo con tanta claridad que parece haber sucedido ayer. 

El camino hacia el hospital fue entretenido. Nos llevaron en la furgoneta de la empresa familiar por ser más grande y sentirnos más cómodas pero nos atascamos en la ronda por lo mismo. Menudo lío hubo aquel día. Las contracciones cada vez eran más seguidas y la canción "Reggeton lento" que sonaba de fondo consiguió ser la banda sonora de aquel maravilloso día.
Y rápidamente de 3, luego de 6 y despidiéndome de todos en una silla de ruedas me encontré en el paritorio. No tuve nervios, no tuve miedo, solo la sensación de que en cualquier momento te vería y mi vida cambiaría para siempre. Qué mágico, extraño y maravilloso a la vez.

Tu padre estaba muy nervioso. Además de enfermo. Pasamos el embarazo en una silla de ruedas de Ikea deslizándonos de la habitación al cuarto de baño y viceversa. Hasta de eso tengo buenos recuerdos. Mi memoria se ha encargado de transformar todo lo que te incluye en bonito. 

Todavía creo ver a Papi vestido con la bata y el gorro verde diciéndome que acababa de rellenar y firmar un montón de papeles sin saber lo que eran...

Y las contracciones llegaron, cada vez más fuertes, pero nada comparado con alguna de mis reglas con pólipos. Más que dolor sentía presión en los huesos de las caderas. Pensé, viene grande. Y así fue. Un melón "bollo" de casi 4kg que debía salir por el orificio del tamaño de un limón... (no encuentro mejor símil).

Como tu doctor no llegaba, íbamos hablando con la comadrona de cómo nos habíamos conocido tu Papi y yo. Escopetas, tiros y demás que ya os contaré en otro post hicieron que el rato pasara en seguida.

Me bajaba un poco la tensión y a veces me sentía somnolienta pero vino por fin el señor de las manos gigantes, el cual por cierto sacó también a Papi en su día, y en dos empujones y un tris tras me dijo: - puedes sacarla tú misma - y así hice. Te agarré por la cintura y acabé trayéndote al mundo yo misma con mis propias manos... Puedo decir con toda seguridad que es lo más bonito que he hecho nunca.

Llorabas, pobrecita mía, asustada por el trajín, el cambio de temperatura y la presión de estar boca abajo tanto tiempo deseando salir. Yo también.

Apgar perfecto a la primera. Fuiste una campeona ya nada más nacer. Tenias un ojo hinchado y la cabeza pepinillo más bonita que he visto nunca. Y te besé, mucho. Y te toqué, no lo suficiente. Y noté tu cuerpo caliente sobre el mío que estaba helado por la medicación y porque fui la primera del día en estrenar ese polo norte de paritorio. Pero lo que más me gustó fue tu olor dulzón y cítrico que me quedó grabado para siempre. 

Como me tuvieron que coser te entregaron a Papi que estaba pálido del mareo y los nervios. Pero antes se encargó de cortar el cordón umbilical correctamente (algo que le tenía preocupado). 

Te veo en sus brazos, minúscula a pesar de tus casi 4 kilos y tus 51 cm. Y veo la cara de Papi, mix de inseguridad y de "es el mejor momento de mi vida". 

Me oigo diciendo que te quiero coger todo el rato y después de que te hicieran los agujeros de las orejas y pusieran la ropa de primera puesta volviste a mis brazos de los que desde entonces no te has separado. Ni aún ahora, con tres años, que me sigues pidiendo que te coja y yo no me puedo negar... 

Te amo, te adoro. No concibo mi vida sin ti.

Felicidades mi niña.