La historia se sitúa en la España de principios de siglo XX. A punto de empezar la guerra, cinco hermanos quedan huérfanos de madre de forma repentina a una edad muy temprana. D., la segunda hija mayor, con 14 años, es la que asume el rol de madre y se encarga tanto de la casa como de cuidarlos a todos. Su padre trabajaba todo el día en el campo y cuando llegaba a casa al caer la noche solo pedía un plato caliente para irse a dormir y continuar al día siguiente una nueva jornada. Marcado por la trágica y repentina muerte de su joven esposa, acabó su vida de forma solitaria. Se sabe que debido a la psoriasis que padecía vivió sus últimos años en una buhardilla, aislado de la gente por temor al contagio, ya que en aquella época era una enfermedad que causaba repudio.
D. cuidaba de todos sus hermanos y muy pronto “se puso a servir”. Tras algunos desengaños con los "señores" que confundían el ser servicial con la obligación de realizar cierto tipo de “servicios”, acabó encontrando una buena familia que le dejó compatibilizar sus obligaciones con el cuidado de sus hermanos y la casa. El señor y la señora eran los médicos del pueblo y como no tenían hijos la acogieron y trataron como unos verdaderos padres los años que trabajó para ellos. D. recordaba ese tiempo como el mejor de su vida.
Un día conoció a un muchacho que recitaba unos poemas bonitos. Cada día, a la misma hora se encontraban y le enseñaba uno distinto.
El que más le gustaba decía así:
“Pobre flor, dónde naciste, cual inversa fue tu suerte que al primer paso que diste, tropezaste con la muerte. Si te dejo es cosa triste, si te arranco es cosa fuerte y dejarte con la vida es dejarte con la muerte”.
Aquel chico, era ni más ni menos que Miguel Hernández y se convirtió en su amor platónico. Se marchó y nunca más supo de él hasta que años después tuvo un libro suyo entre las manos.
Se acabó casando con A., un joven herrero del pueblo, después de seis largos años de noviazgo. Algunos de ellos los pasaron en la distancia porque él se marchó al frente. Se escribían cartas todos los días. Creía haber encontrado el amor de nuevo pero, poco a poco, cuando empezaron a vivir juntos, se dio cuenta de que no lo conocía. El carácter de A. fue cambiando. Tuvieron dos niños y después dos niñas más. Una, murió a los dos días de nacer de forma extraña y la otra, una noche en la que no dejaba de llorar, D. vio como A. la zarandeaba y dejó de llorar y de respirar al mismo tiempo. Pasaron los años y tuvieron dos hijos más entre penas, palizas y encuentros no consentidos. D. explicaba que cuando A. volvió de la guerra no era el mismo y suponía estaba traumatizado por todo lo que vio durante la guerra.
Fueron muchas las historias que explicaba de maltratos tanto físicos como psicológicos. Pero por el qué dirán aguantó mucho, quizá demasiado. Ya era tarde para curar las heridas en la vista, en los huesos pero sobretodo en el corazón. Se convirtió en una persona fría y carente de vida.
Entonces ocurrió algo que acabó de destruir lo poco que quedaba de la ilusión por vivir. A. intentó agredir sexualmente a su propia hija. D, explicaba que se había enamorado de ella y cuando ésta le explicó que había empezado a salir con un chico, lleno de celos, perdió totalmente el juicio. Cargada de razones y valor, fue a denunciarlo, pero sin pruebas ni sangre de por medio no se pudo hacer nada más que esperar hasta que ocurriera algo más. Y ocurrió. Pocos días después, D. recibió una llamada. Habían encontrado el cuerpo sin vida de A., se había colgado en las vigas de la fábrica en la que trabajaba. Una secretaria de la empresa, explicó a la policía lo siguiente:
"Estoy muy nerviosa y asustada... no sé muy bien por donde empezar. Hay un señor, trabajador de la empresa en la que trabajo como secretaria, que ha intentado abusar de mi esta tarde en la oficina. El señor A. me ha propuesto relaciones y como no he accedido me ha amenazado de muerte."
Cuando la policía llegó a la fabrica, ya se había suicidado.
Los años siguientes de su vida no fueron mejores porque no se encontraba bien de salud pero encontró la tranquilidad que buscaba. Fue abuela de ocho nietos y disfrutó de la compañía de sus hijos hasta que las vidas de éstos se fueron truncando. Las separaciones, divorcios y discusiones provocaron un distanciamiento entre todos. Y la unión familiar se acabó de romper cuando D. falleció en el año 1998.
Hasta aquí la historia de mi abuela. Una estrella fugaz que pasó por mi vida de forma breve pero intensa.
Siempre quisiste que se supiera la verdad.
Va por tí, donde quiera que estés.
Te echo de menos.
Tu niña
Uauuhh!! Buen relato e impactante. Uffs.
ResponderEliminarBesos guapa
Wow... simplemente me he quedado con la boca abierta.
ResponderEliminarTu manera de escribir tal cual, como si estuvieras contándonos algo a modo de "chisme" verbal; con tanta naturalidad como si supieras que paso.
En ciertos momentos me quedaba perdida por la falta de informacion en el relato, había huecos en la trama muy leves...
Pero claro, al ver las ultimas lineas, me ha quedado todo claro. Todo cuadraba.
Mis respetos para vos y los tuyos... Especialmente para tu abuela.
Un abrazo enorme!!!
Gracias Helena! Valoro mucho tu comentario. 😊
Eliminar