Estamos en fechas Carnavaleras y en twitter me preguntabais los motivos por los que no me gustan demasiado. Pues os voy a contar la historia que marcó un antes y un después en mis recuerdos de estas fechas.
En la fiesta de Carnaval de Séptimo de EGB (Educación general básica) decidí disfrazarme de Karateka. Un Kimono, cero accesorios ni maquillaje... ¿qué podía salir mal?
El año anterior cuando me disfracé de Gimnasta se rompieron las mazas, el Carnaval que fuimos de ciclistas se me trasparentaba la ropa interior... Pero ese año creía que minimizaba todos los riesgos. Kimono encima de la ropa y nada más.
Recuerdo que fui a vestirme a casa de una amiga. Como vivía a treinta minutos del colegio y iba sola me daba vergüenza ir disfrazada todo ese recorrido. Salimos de su casa y llegamos a clase sin incidentes. Una vez allí, realizada la foto de rigor, nos dejaron salir al patio. Mi amiga se fue al baño y aquí es cuando la Ley de Murphy se cumplió.
Iba inocentemente paseando por el patio cuando un frisbee calló a mis pies. Había un compañero de clase que estaba jugando con él así que lo cogí y se lo lancé con tanta mala suerte, torpeza o catastrófica desdicha para los dos que le fue a dar en el ojo.
Me acerqué para ver cómo estaba y cuando me miró le vi el ojo ensangrentado. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. De repente, empezó a gritar y vino mucha gente a ver lo que pasaba. Él solo decía que era mi culpa y yo me sentía sola, aterrada, avergonzada y ridícula dentro de ese kimono.
Se lo llevaron al hospital y estuve todo el fin de semana sin saber nada. Fue angustiante no saber sobre su estado hasta que volvió a venir al clase una semana después.
En lo primero que me fijé fue en el ojo, y sí, lo tenía. Todos se acercaron a abrazarlo, a darle la bienvenida y a decirle lo mucho que lo habían echado de menos. Me sentía todavía peor, culpable por todo lo que le había causado a él y al resto de compañeros. Nadie se acercó a preguntarme en ningún momento para preguntarme por mis sentimientos.
Cuando salí del estado de shock me acerqué a él. Tenía miedo porque no sabía cuál iba a ser su reacción al verme ya que la última vez estaba muy enfadado. Me miró, me dijo que por suerte no había sido nada grave y que se encontraba bien. Sufrió un desgarro en la parte blanca del ojo que requirió dos puntos. Un par de milímetros más y se hubiera quedado sin visión.
Lo más curioso de todo es que este chico siguió estudiando conmigo hasta empezar la universidad. Nos tuvimos que ver si o si todos los Carnavales y esta aventura fue explicada y recordada año tras año como una bonita anécdota.
Este año como la peque ya va a la guardería y es consciente de la fiesta me voy a disfrazar de nuevo pero esta vez me siento segura porque cuento con el apoyo de mi media naranja (le encantan estos saraos). Hemos pensado que iremos de los personajes de Frozen. A originalidad no nos ganará nadie jajaja y nos vestiremos: Papi de Olaf, Peque de Ana y yo de Elsa.
AInsssss mi niña, que mala suerteeeeee!! No me extraña que le hayas cogido tirria a carnavales, jajajjaa. Lo siento, intento no reirme pero la situación, vista desde fuera, es divertida a posteriori. Quiero ver esa foto de family frozen!!!!
ResponderEliminarAhora con los años me parece cómico y todo pero lo pasé muy mal... ¿Por qué a mí me pasan esas cosas? jajaja Ya verás fotitos tanto de mañana como del Sábado. Gracias por comentar Geme! Te como la cara jajaja
EliminarMenuda experiencia! No me extraña que tuvieras un "trauma" con el tema del carnaval. Que triste que nadie se preocupase por lo que tu sentías. Un abrazo fuerte y espero que este año disfrutes el Carnaval en familia.
ResponderEliminarBesos
¡Muchas gracias! 😊 Me encanta que escribáis en el blog vuestras impresiones. Un besazo! 😘
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